1.1 Creatividad y Temor:


EL TEMOR IMPIDE LA CREATIVIDAD Y, POR LO MISMO, LA FELICIDAD.
Desde la psiquiatría hasta  la película de animación “Los Croods” de Dreamworks.


Puesto que somos conscientes de la realidad, de nuestra existencia y de los riesgos que ella implica, es normal que muchas veces sintamos miedo. Se trata de miedos sanos que nos alertan y nos permiten inteligentemente “pre-ocuparnos” y “pre-venir”, esto es, idear estrategias para salvar las circunstancias que realmente pueden ser peligrosas y que sólo a un inconsciente no le llevarían al ser precavido. Así, propio del ser humano es sentir un sano miedo ante el riesgo real y, propio del mismo ser humano, es dominar el propio miedo para inteligente y creativamente superar los reales riesgos y no dejarse dominar por ellos.  Enfrentar nuestros miedos, tomar conciencia de ellos, analizar su sentido y evaluarlos, tomar medidas inteligentes y llevarlas a cabo con férrea voluntad.

Lo anterior, nos lleva a distinguir entre miedos sustentados en la realidad o miedos patológicos que requerirán no sólo de educación, valentía y creatividad sino de la colaboración de profesionales especializados: enfermedades como las fobias, angustias, ansiedades, paranoias, ataques de pánico y otras… van más allá de un aprender a enfocar de forma valiente, prudente, esperanzadora y creativa la existencia.

¿Cuándo un miedo es sano? Cuando se asocia a situaciones objetivamente peligrosas que se confrontan y aparece en forma proporcional al posible y real peligro. Así, en la medida que lo peligroso cesa, el saludable miedo también desaparece.  “El miedo normal a un peligro concreto se puede controlar (…): en mi ordenador mental, no utilizo mi programa de miedo para ir de compras en mi barrio, pero lo activo si me voy a la selva o a un barrio peligroso de noche.” (André, Christophe “Psicología del miedo: Temores, angustias y fobias”. Ed Kairos; Barcelona, 2012, P. 21). 

El miedo, como toda emoción, aparece en forma súbita, no voluntaria; lo que nos corresponde hacer una vez surgido es controlarlo… “El miedo es bueno para sobrevivir.  Saber controlar el miedo es bueno para la calidad de vida y para la inteligencia” (Ibíd. 31)  Ansiedad, angustia, pánico, terror pueden surgir como alerta que requerirán de nuestra creatividad no sólo para dominarlos como emociones o estados de ánimo; sino para idear como enfrentar en forma efectiva los reales riesgos y no dejarnos estar que nos impedirá la felicidad.  Precisamente, nuestro Psiquiatra Sergio Peña y Lillo, nos asegura:

“…las mismas actitudes necesarias para una vida feliz son las que permiten el vencimiento del temor y – a la inversa-  los supuestos erróneos que subyacen al miedo son los que impiden el logro de la felicidad”. (Sergio Peña y Lillo. “Temor y Felicidad”. Ed. Universitaria. Chile, 2008.). 
Más adelante, Peña y Lillo aclara:

“el valor no consiste en la ausencia de miedo sino en su vencimiento y sumisión a los dictados de la conciencia ética y a la prudencia de la razón.  Lo que sí ocurre es que el miedo y sus actitudes subyacentes son la raíz genética de la infelicidad, ya que es el temor el que bloquea los impulsos espontáneos de la voluntad y lo que, en definitiva, impide la realización plena y feliz de la vida humana” (ibíd. P. 24)

Luego, refiriéndose al temor o miedo sano, explica:

“El temor, como experiencia psicológica normal, presupone siempre ciertas percepciones falsas de la realidad, que configuran una especie de conciencia equivocada, que es la responsable de la infelicidad.  Estas actitudes que subyacen al temor pueden esquematizarse en cuatro fundamentales, que hemos denominado:
1.     La Anticipación Imaginaria:
2.     La Contaminación del Presente con el Pasado;
3.     La Resistencia al Sufrimiento; y
4.     El Deseo y la Ambición”

Así, Sergio Peña y Lillo, a través de su libro entrega una serie de conocimientos que trascienden la psiquiatría pues son necesarios para todo ser humano que desee, normal y sanamente, ser feliz.  Aunque él relaciona el temor con la felicidad, en nuestro caso, lo vincularemos con la falta de creatividad; pues quien no vence el temor a fracasar, a hacer el ridículo, a ser traicionado, a la soledad, a errar, a ser herido, a la muerte, al dentista, a los violentos embates de la naturaleza, al terrorismo, a la delincuencia y corrupción, a la inestabilidad laboral, a las enfermedades, al envejecimiento, al alejamiento de quienes amamos… quienes no vencemos con fecundidad la existencia, no venceremos los retos de la vida.  Creatividad moral, afectiva, intelectual, social, corporal, fe, esperanza… vencerán nuestro temor a traicionar nuestro ser persona única, íntima, que libremente establece vínculos de comunión diversa (amistad, compañerismo, familia, ciudadanía…), asume principios con los que se compromete, sirve vocacionalmente, labora, cultiva, construye, habita, celebra, juega, cree, se perdona y perdona, respeta lo respetable y tolera lo tolerable, ama…  Veamos brevemente las actitudes que debemos superar para enfrentar con inteligencia creativa nuestros temores:



1. La Anticipación Imaginaria: 
“tendencia a vivir  no en el presente, sino en una proyección fantástica hacia el futuro, lo que abre un horizonte incierto donde es posible el riesgo y la amenaza.” (Ibíd. P. 24)  
No se trata aquí de la sana, normal y necesaria proyección intelectiva que debemos hacer para proyectar en forma inteligente y responsable nuestra vida: La imaginación precisamente nos permite pre-ocuparnos, pre-ver, pre-venir, pro-yectarnos. Nos imaginamos que en tantos años más podremos ejercer profesionalmente y esa imaginación nos permite elaborar –creativamente- un proyecto de vida: estudiar para seguir la profesión anhelada, postular a una beca en el extranjero para tener experiencias imaginadas, adquirir un paraguas antes de que llueva… Debemos tener propósitos, trazar proyectos y para ello usar la imaginación en forma equilibrada, razonable y creativa. 

El problema es exacerbar una imaginación ansiosa expectante, fantástico-monstruosa, sólo negativa, esperando siempre algo desagradable; nutriéndose emocionalmente sólo de situaciones de pérdidas, fracasos, riegos, amenazas, traiciones:

“En la ansiedad expectante del miedo y de la angustia, no se pre-ve sino se pre-vive lo temido” (Ibíd. P. 86) y, a tal punto, que el temor “desorganiza la ejecución de los actos y puede aún, en condiciones extremas, paralizar por completo la conducta” (Ibíd. P. 87).  Se trata de una especie de capacidad destructiva, aniquilante… Curiosamente, dice Peña y Lillo, “esta especie de capacidad creadora del temor es, en cierto modo, paralela a la de la fe, pero de signo contrario.  La fe, como experiencia psíquica, es la esperanza de un bien que se desea y el miedo su contrapartida, la expectación de un mal que atemoriza” (Ibíd. P. 87)

               Esta ansiedad imaginaria negativa, atrapa nuestra conciencia, sometiéndola a un mundo de temor, de angustia,  que le provoca, al mismo tiempo, una especie de fascinación donde ya no hay un intentar salir de ese mundo.  Lo paradojal,  añade nuestro psiquiatra, es que esta anticipación imaginaria nace del pasado: “de la suposición de que volverá a ocurrir lo que ya ha ocurrido”.  (Ibíd. P. 88-89)  Veámoslo.


 2. La Contaminación del Presente con el Pasado:

            “es una exageración emocional de la memoria que lleva a suponer que volverá a ocurrir lo que ya ha ocurrido, impidiendo la percepción ingenua y directa de la experiencia.”  (Ibíd. P. 25)

Se trata de una inclusión ilegítima de las experiencias pasadas. La memoria – como en el caso anterior la imaginación, nos impide ver la realidad. La hipermnesia (memoria excesiva y exagerada) puede transformarse en un factor limitante de la plenitud de la experiencia psíquica del presente y futuro, impidiendo una correcta y sana visión de los  mismos. Sin memoria no tendríamos conciencia de una identidad que subyace y trasciende los acontecimientos de nuestra historia de vida, tampoco entenderíamos el presente ni podríamos reflexionar para proyectar responsablemente nuestro futuro.  El peligro es ser esclavo de los recuerdos, del pasado emocional:

“La memoria están necesaria como perjudicial para la manifestación de la compleja potencialidad de la conciencia del hombre; y si bien sostiene y da continuidad al pensamiento, también lo limita y lo aprisiona, debilitando la curiosidad y el asombro, elementos esenciales de su actividad creativa. (…)
En realidad, el psiquismo sólo debiera apoyarse en la memoria, pero sin permitir que ésta lo aprisione en el recuerdo.  Lo creativo,  en cualquiera de las áreas de su manifestación, es siempre una intuición de lo que aún no ha sido configurado y surge, precisamente, desde ese fondo del psiquismo que puede ser bloqueado por la memoria.  Hemos dicho  que sin el pasado no son comprensibles el hombre ni su historia, pero la fuerza dinámica de la creatividad de la conciencia no está en la memoria sino en la percepción de lo novedoso y de lo original” (Ibíd. P. 94-95)


Debemos vivir las experiencias presentes, vivenciar lo único de ellas, lo que las distingue de toda otra anterior y futura o no viviremos realmente… No pensaremos sino prejuzgaremos, cerrados a veces en edades muy tempranas…  Hay tanta vida no vivida, tanta vida muerta… decía Vicente Huidobro.  Hay tanta incomunicación, desolación, incapacidad de encuentro consigo mismo  y con los demás… Vidas llenas de malezas que impiden que den sanos frutos; malezas sembradas por otros en mentes a veces infantiles, llenas “de conversaciones, de prejuicios y de normas aprendidas que pudieron ser útiles en su infancia o juventud, pero que ahora entorpecen la plenitud de la vida adulta”.  El envejecimiento del alma, no tiene que ver con el paso cronológico de los años.  Hay vidas juveniles ya mustias, cerradas, no creativas, no abiertas al asombro, a lo original de cada experiencia aún no vivida… Desesperanzado, deprimido, sin creatividad, el ser humano –cualquiera sea su instrucción y edad- dará la espalda al presente y futuro; no quedándole más alternativa que someterse a la ficción de paisajes y horizontes fantasmagóricos que intentan repetir tiempos ya no existentes…

“Quien no hubiera tenido experiencias ingratas o dolorosas difícilmente podría concebir el temor (…) para superar el miedo el hombre debe ser capaz, primero de dar la espalda a su pasado y, por así decirlo, “saltar más allá de su propia sombra”; esa sombra que hace percibir tinieblas donde ya hay sólo luz” (Ibíd. P. 94)  Por algo en el cine, para que el espectador sienta temor, tristeza, soledad, abandono, se usan colores sombríos, tinieblas; es más,  para hacer aparecer  la figura monstruosa más grande más temible, se alargará su sombra… lo que no es.
   
3. La Resistencia al Sufrimiento:

 es el rechazo del dolor inevitable de toda existencia y supone  una conciencia pusilánime ante la adversidad que impide al hombre la aceptación irrestricta de su vida y que, paradojalmente, a través de una especie de círculo vicioso, origina por sí misma la desdicha que pretende evitar”. (Ibíd. P. 25) 

El miedo al dolor nos acobarda ante los retos y sufrimientos  propios de toda vida.  Madurar, educarse, perfeccionarse como persona, consolidarse, implica unir la fuerza de la voluntad, el amor a la razón.  Sócrates decía que ser sabio era “vencerse a sí mismo”, esto es,  superarse día a día, superar las  debilidades, el miedo a sufrir.  La película biográfica “Shadowlands” (Tierra de sombras), expone muy bien el miedo a sufrir y a amar del famoso filósofo, teólogo y escritor C.S. Lewis -conocido masivamente por sus Crónicas de Narnia, experto en el amor y el dolor.  Debe vencer su miedo y para ello aceptarlo:

“saber de qué están hechos y explorarlos paso a paso, para así poder develar su contenido y significado.  Al aceptar el temor no sólo tiende a desvanecerse, sino que además se convierte en experiencia enriquecedora y en madurez personal (…) El dolor y el sufrimiento son reales y sería absurdo intentar negarlos. (…) Aprender a ser hombre requiere comprender el sentido del dolor…” (Ibíd. P. 103).

 Es entonces cuando aparece la salvadora esperanza,  la providencia, el  que todo tiene un sentido que a lo mejor aún no percibimos y la certeza de que cada dolor superado nos va haciendo cada vez más fuertes.  Muchas veces nuestro dolor evita o disminuye el dolor de otros.  Ahora bien, para quien es persona de fe, el dolor tiene un sentido superior, es prueba o forma parte de un plan divino que en un principio el ser humano no entiende pues es oscuro para la razón pero no para la fe.  Para quien no tiene fe, el dolor se entiende bajo el amparo del amor…

Vivimos una época de calmantes para el dolor, de diversas formas obtener placer químico o físico, ofrecidos como sucedáneos comprables de una supuesta felicidad. Al huir del dolor, del sacrificio, huimos de la posibilidad de amar y de soñar, de anhelar, de la superación de obstáculos que nos fortalece.  La creatividad se esfuma entre el humo y las sombras de la inmediatez del placer o del mero pasar y el temor se esconde bajo la apariencia del bullicio, la ira, el abandono, la negligencia, el pasotismo, la desvinculación o el escondrijo del anonimato.


4. El Deseo y la Ambición:

“En realidad, sólo podemos sentir temor ante lo que atesoramos, sea la vida, la salud, la seguridad, la compañía, el amor propio,  el éxito o el prestigio persona.  El miedo no es sino la vertiente cóncava de la esperanza y la propia etimología  del vocablo ansiedad designa, indistintamente, la impaciencia por lo temido y por lo anhelado” (Ibíd P. 107 – 108)

Es el deseo como querer, como posesión, como ambición, como dominio, lo que hace al hombre anhelar y al mismo tiempo temer perder lo adquirido: poder económico, social, político, fama… Todo rebajado al nivel de producto, cosa, medio, utilidad, negocio… Placer, poder y prestigio, son las tentaciones que desbordan los deseos y ambiciones más allá de los justos anhelos y del amor.  Se trata, dice Peña y Lillo, de “la lucha del hombre contra las proyecciones de su propia sombra, que no es sino su luz interior interceptada y que ya no ilumina lo que debiera iluminar”. (Ibíd. P. 116).  Es la traición del ser que somos por el tener, la traición del amar –fuente de felicidad- por la egolatría.

No confundamos la proyección del ser en la obra que expresa todo lo que el ser puede ofrecer de sí a través de una existencia que es dedicada; con el mero compra venta que negocia su ser a la mejor ganancia…  “deben diferenciarse los deseos inferiores, que sólo anhelan la posesión de bienes materiales o el dominio de los otros y los deseos superiores, que buscan el crecimiento y el desarrollo pleno de la personalidad” (Ibíd. 112)

El temor sano no sabido llevar, puede someter nuestra creatividad y perdernos en el abandono de nosotros mismos… Una mirada amorosa de nosotros mismos y de los demás, puede llevarnos hasta lo íntimo del ser que  necesita para no ahogarse de la creatividad primera y la más difícil: Ser artistas de nuestra propia existencia.