EL TEMOR IMPIDE LA CREATIVIDAD Y, POR
LO MISMO, LA FELICIDAD.
Desde
la psiquiatría hasta la película de
animación “Los Croods” de Dreamworks.
Puesto que somos conscientes de
la realidad, de nuestra existencia y de los riesgos que ella implica, es normal
que muchas veces sintamos miedo. Se trata de miedos sanos que nos alertan y nos
permiten inteligentemente “pre-ocuparnos” y “pre-venir”, esto es, idear
estrategias para salvar las circunstancias que realmente pueden ser peligrosas
y que sólo a un inconsciente no le llevarían al ser precavido. Así, propio del
ser humano es sentir un sano miedo ante el riesgo real y, propio del mismo ser
humano, es dominar el propio miedo para inteligente y creativamente superar los
reales riesgos y no dejarse dominar por ellos.
Enfrentar nuestros miedos, tomar conciencia de ellos, analizar su
sentido y evaluarlos, tomar medidas inteligentes y llevarlas a cabo con férrea
voluntad.
Lo anterior, nos lleva a distinguir
entre miedos sustentados en la realidad o miedos patológicos que requerirán no sólo
de educación, valentía y creatividad sino de la colaboración de profesionales
especializados: enfermedades como las fobias, angustias, ansiedades, paranoias,
ataques de pánico y otras… van más allá de un aprender a enfocar de forma
valiente, prudente, esperanzadora y creativa la existencia.
¿Cuándo un miedo es sano? Cuando se
asocia a situaciones objetivamente peligrosas que se confrontan y aparece en
forma proporcional al posible y real peligro. Así, en la medida que lo
peligroso cesa, el saludable miedo también desaparece. “El miedo normal a un peligro concreto se
puede controlar (…): en mi ordenador mental, no utilizo mi programa de miedo
para ir de compras en mi barrio, pero lo activo si me voy a la selva o a un
barrio peligroso de noche.” (André, Christophe “Psicología del miedo: Temores,
angustias y fobias”. Ed Kairos; Barcelona, 2012, P. 21).
El miedo, como toda emoción,
aparece en forma súbita, no voluntaria; lo que nos corresponde hacer una vez
surgido es controlarlo… “El miedo es bueno para sobrevivir. Saber controlar el miedo es bueno para la
calidad de vida y para la inteligencia” (Ibíd. 31) Ansiedad, angustia, pánico, terror pueden
surgir como alerta que requerirán de nuestra creatividad no sólo para
dominarlos como emociones o estados de ánimo; sino para idear como enfrentar en
forma efectiva los reales riesgos y no dejarnos estar que nos impedirá la
felicidad. Precisamente, nuestro
Psiquiatra Sergio Peña y Lillo, nos asegura:
“…las mismas actitudes necesarias
para una vida feliz son las que permiten el vencimiento del temor y – a la
inversa- los supuestos erróneos que
subyacen al miedo son los que impiden el logro de la felicidad”. (Sergio Peña y
Lillo. “Temor y Felicidad”. Ed. Universitaria. Chile, 2008.).
Más adelante, Peña y Lillo
aclara:
“el valor no consiste en la
ausencia de miedo sino en su vencimiento y sumisión a los dictados de la
conciencia ética y a la prudencia de la razón.
Lo que sí ocurre es que el miedo y sus actitudes subyacentes son la raíz
genética de la infelicidad, ya que es el temor el que bloquea los impulsos
espontáneos de la voluntad y lo que, en definitiva, impide la realización plena
y feliz de la vida humana” (ibíd. P. 24)
Luego, refiriéndose al temor o
miedo sano, explica:
“El temor, como experiencia
psicológica normal, presupone siempre ciertas percepciones falsas de la
realidad, que configuran una especie de conciencia
equivocada, que es la responsable de la infelicidad. Estas actitudes que subyacen al temor pueden
esquematizarse en cuatro fundamentales, que hemos denominado:
1. La Anticipación Imaginaria:
2. La Contaminación del Presente con el Pasado;
3. La Resistencia al Sufrimiento; y
4. El Deseo y la Ambición”
Así, Sergio Peña y Lillo, a
través de su libro entrega una serie de conocimientos que trascienden la
psiquiatría pues son necesarios para todo ser humano que desee, normal y
sanamente, ser feliz. Aunque él
relaciona el temor con la felicidad, en nuestro caso, lo vincularemos con la
falta de creatividad; pues quien no vence el temor a fracasar, a hacer el
ridículo, a ser traicionado, a la soledad, a errar, a ser herido, a la muerte,
al dentista, a los violentos embates de la naturaleza, al terrorismo, a la
delincuencia y corrupción, a la inestabilidad laboral, a las enfermedades, al
envejecimiento, al alejamiento de quienes amamos… quienes no vencemos con
fecundidad la existencia, no venceremos los retos de la vida. Creatividad moral, afectiva, intelectual,
social, corporal, fe, esperanza… vencerán nuestro temor a traicionar nuestro
ser persona única, íntima, que libremente establece vínculos de comunión
diversa (amistad, compañerismo, familia, ciudadanía…), asume principios con los
que se compromete, sirve vocacionalmente, labora, cultiva, construye, habita,
celebra, juega, cree, se perdona y perdona, respeta lo respetable y tolera lo
tolerable, ama… Veamos brevemente las
actitudes que debemos superar para enfrentar con inteligencia creativa nuestros
temores:
1. La Anticipación
Imaginaria:
“tendencia a vivir no en el
presente, sino en una proyección fantástica hacia el futuro, lo que abre un
horizonte incierto donde es posible el riesgo y la amenaza.” (Ibíd. P. 24)
No se trata aquí de la sana,
normal y necesaria proyección intelectiva que debemos hacer para proyectar en
forma inteligente y responsable nuestra vida: La imaginación precisamente nos
permite pre-ocuparnos, pre-ver, pre-venir, pro-yectarnos. Nos imaginamos que en
tantos años más podremos ejercer profesionalmente y esa imaginación nos permite
elaborar –creativamente- un proyecto de vida: estudiar para seguir la profesión
anhelada, postular a una beca en el extranjero para tener experiencias
imaginadas, adquirir un paraguas antes de que llueva… Debemos tener propósitos,
trazar proyectos y para ello usar la imaginación en forma equilibrada,
razonable y creativa.
El problema es exacerbar una
imaginación ansiosa expectante, fantástico-monstruosa, sólo negativa, esperando
siempre algo desagradable; nutriéndose emocionalmente sólo de situaciones de
pérdidas, fracasos, riegos, amenazas, traiciones:
“En la ansiedad expectante del
miedo y de la angustia, no se pre-ve
sino se pre-vive lo temido”
(Ibíd. P. 86) y, a tal punto, que el temor “desorganiza la ejecución de los actos y
puede aún, en condiciones extremas, paralizar por completo la conducta” (Ibíd.
P. 87). Se trata de una especie de
capacidad destructiva, aniquilante… Curiosamente, dice Peña y Lillo, “esta especie de capacidad creadora del temor
es, en cierto modo, paralela a la de la fe, pero de signo contrario. La
fe, como experiencia psíquica, es la esperanza de un bien que se desea y el
miedo su contrapartida, la expectación de un mal que atemoriza” (Ibíd. P. 87)
Esta ansiedad imaginaria
negativa, atrapa nuestra conciencia, sometiéndola a un mundo de temor, de
angustia, que le provoca, al mismo tiempo, una especie de fascinación
donde ya no hay un intentar salir de ese mundo. Lo paradojal, añade
nuestro psiquiatra, es que esta
anticipación imaginaria nace del pasado: “de la suposición de que volverá a
ocurrir lo que ya ha ocurrido”. (Ibíd. P. 88-89) Veámoslo.
2. La Contaminación del Presente con el
Pasado:
“es una exageración emocional de la memoria que lleva a suponer que
volverá a ocurrir lo que ya ha ocurrido, impidiendo la percepción ingenua y
directa de la experiencia.” (Ibíd. P. 25)
Se trata de una inclusión
ilegítima de las experiencias pasadas. La memoria – como en el caso anterior la
imaginación, nos impide ver la realidad. La hipermnesia (memoria excesiva y
exagerada) puede transformarse en un factor limitante de la plenitud de la
experiencia psíquica del presente y futuro, impidiendo una correcta y sana
visión de los mismos. Sin memoria no tendríamos conciencia de una
identidad que subyace y trasciende los acontecimientos de nuestra historia de
vida, tampoco entenderíamos el presente ni podríamos reflexionar para proyectar
responsablemente nuestro futuro. El peligro es ser esclavo de los
recuerdos, del pasado emocional:
“La memoria están necesaria como
perjudicial para la manifestación de la compleja potencialidad de la conciencia
del hombre; y si bien sostiene y da continuidad al pensamiento, también lo
limita y lo aprisiona, debilitando la curiosidad y el asombro, elementos
esenciales de su actividad creativa. (…)
En realidad, el psiquismo sólo
debiera apoyarse en la memoria, pero
sin permitir que ésta lo aprisione en el recuerdo. Lo creativo,
en cualquiera de las áreas de su manifestación, es siempre una intuición
de lo que aún no ha sido configurado y surge, precisamente, desde ese fondo del
psiquismo que puede ser bloqueado por la memoria. Hemos dicho
que sin el pasado no son comprensibles el hombre ni su historia, pero la
fuerza dinámica de la creatividad de la conciencia no está en la memoria sino
en la percepción de lo novedoso y de lo original” (Ibíd. P. 94-95)
Debemos vivir las experiencias
presentes, vivenciar lo único de ellas, lo que las distingue de toda otra
anterior y futura o no viviremos realmente… No pensaremos sino prejuzgaremos,
cerrados a veces en edades muy tempranas… Hay tanta vida no vivida, tanta vida muerta…
decía Vicente Huidobro. Hay tanta incomunicación, desolación, incapacidad
de encuentro consigo mismo y con los demás… Vidas llenas de malezas que
impiden que den sanos frutos; malezas sembradas por otros en mentes a veces
infantiles, llenas “de conversaciones, de prejuicios y de normas aprendidas que
pudieron ser útiles en su infancia o juventud, pero que ahora entorpecen la
plenitud de la vida adulta”. El envejecimiento del alma, no tiene que ver
con el paso cronológico de los años. Hay
vidas juveniles ya mustias, cerradas, no creativas, no abiertas al asombro, a
lo original de cada experiencia aún no vivida… Desesperanzado, deprimido, sin
creatividad, el ser humano –cualquiera sea su instrucción y edad- dará la
espalda al presente y futuro; no quedándole más alternativa que someterse a la
ficción de paisajes y horizontes fantasmagóricos que intentan repetir tiempos
ya no existentes…
“Quien no hubiera tenido
experiencias ingratas o dolorosas difícilmente podría concebir el temor (…)
para superar el miedo el hombre debe ser capaz, primero de dar la espalda a su
pasado y, por así decirlo, “saltar más allá de su propia sombra”; esa sombra
que hace percibir tinieblas donde ya hay sólo luz” (Ibíd. P. 94) Por algo
en el cine, para que el espectador sienta temor, tristeza, soledad, abandono,
se usan colores sombríos, tinieblas; es más, para hacer aparecer la
figura monstruosa más grande más temible, se alargará su sombra… lo que no es.
3. La Resistencia
al Sufrimiento:
“es el rechazo del dolor inevitable de toda
existencia y supone una conciencia pusilánime ante la adversidad que
impide al hombre la aceptación irrestricta de su vida y que, paradojalmente, a
través de una especie de círculo vicioso, origina por sí misma la desdicha que
pretende evitar”. (Ibíd. P.
25)
El
miedo al dolor nos acobarda ante los retos y sufrimientos propios de toda
vida. Madurar, educarse, perfeccionarse como persona, consolidarse,
implica unir la fuerza de la voluntad, el amor a la razón. Sócrates decía
que ser sabio era “vencerse a sí mismo”, esto es, superarse día a día,
superar las debilidades, el miedo a sufrir. La película biográfica “Shadowlands” (Tierra de sombras), expone muy
bien el miedo a sufrir y a amar del famoso filósofo, teólogo y escritor C.S. Lewis -conocido masivamente por sus
Crónicas de Narnia, experto en el amor y el dolor. Debe vencer su miedo y para ello aceptarlo:
“saber de qué están hechos y
explorarlos paso a paso, para así poder develar su contenido y
significado. Al aceptar el temor no sólo tiende a desvanecerse, sino que
además se convierte en experiencia enriquecedora y en madurez personal (…) El
dolor y el sufrimiento son reales y sería absurdo intentar negarlos. (…)
Aprender a ser hombre requiere comprender el sentido del dolor…” (Ibíd. P. 103).
Es entonces cuando aparece la salvadora
esperanza, la providencia, el que todo tiene un sentido que a lo
mejor aún no percibimos y la certeza de que cada dolor superado nos va haciendo
cada vez más fuertes. Muchas veces nuestro dolor evita o disminuye el
dolor de otros. Ahora bien, para quien es persona de fe, el dolor tiene
un sentido superior, es prueba o forma parte de un plan divino que en un
principio el ser humano no entiende pues es oscuro para la razón pero no para
la fe. Para quien no tiene fe, el dolor se entiende bajo el amparo del
amor…
Vivimos una época de calmantes
para el dolor, de diversas formas obtener placer químico o físico, ofrecidos
como sucedáneos comprables de una supuesta felicidad. Al huir del dolor, del
sacrificio, huimos de la posibilidad de amar y de soñar, de anhelar, de la
superación de obstáculos que nos fortalece.
La creatividad se esfuma entre el humo y las sombras de la inmediatez
del placer o del mero pasar y el temor se esconde bajo la apariencia del
bullicio, la ira, el abandono, la negligencia, el pasotismo, la desvinculación
o el escondrijo del anonimato.
4. El Deseo y la Ambición:
“En realidad, sólo
podemos sentir temor ante lo que atesoramos,
sea la vida, la salud, la seguridad, la compañía, el amor propio, el éxito o el prestigio persona. El miedo no es sino la vertiente cóncava de la esperanza y la propia etimología del vocablo ansiedad designa,
indistintamente, la impaciencia por lo temido y por lo anhelado” (Ibíd P. 107 –
108)
Es el deseo como
querer, como posesión, como ambición, como dominio, lo que hace al hombre anhelar y
al mismo tiempo temer perder lo adquirido: poder económico, social, político,
fama… Todo rebajado al nivel de producto, cosa, medio, utilidad, negocio… Placer,
poder y prestigio, son las tentaciones que desbordan los deseos y ambiciones
más allá de los justos anhelos y del amor. Se trata, dice Peña y Lillo,
de “la lucha del hombre
contra las proyecciones de su propia sombra, que no es sino su luz interior
interceptada y que ya no ilumina lo que debiera iluminar”. (Ibíd. P. 116). Es la traición del ser que
somos por el tener, la traición del amar –fuente de felicidad- por la
egolatría.
No confundamos la
proyección del ser en la obra que expresa todo lo que el ser puede ofrecer de
sí a través de una existencia que es dedicada;
con el mero compra venta que negocia su ser a la mejor ganancia… “deben
diferenciarse los deseos inferiores,
que sólo anhelan la posesión de bienes materiales o el dominio de los otros y los deseos superiores,
que buscan el crecimiento y el desarrollo pleno de la personalidad” (Ibíd. 112)
El temor sano no sabido llevar, puede someter nuestra creatividad
y perdernos en el abandono de nosotros mismos… Una mirada amorosa de nosotros
mismos y de los demás, puede llevarnos hasta lo íntimo del ser que necesita para no ahogarse de la creatividad
primera y la más difícil: Ser artistas de nuestra propia existencia.
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