Sin creatividad no existe
posibilidad de auténtica realización personal, de auténtica convivencia
interpersonal o transpersonal y responsable libertad. Esto, en ningún nivel o ámbito de la
convivencia: en el encuentro con la naturaleza,
con la familia, con la generación de vínculos de amistad, laborales,
ciudadanos, políticos, religiosos, etc.
De este modo, podemos darnos cuenta que la creatividad es requisito de
felicidad…
El desarrollo de una
existencia creativa requiere de espacios y tiempos para descubrirse y descubrir
al otro; pues la creatividad exige el conocimiento de su obra; caso contrario
podemos provocar su destrucción. Hoy,
nos encontramos inmersos en un mundo que
se proyecta de forma tal que pone en
peligro toda existencia creativa: conformismo, violencia, desorden o
desequilibrio, caos, snobismo, manipulación o control de masas, inercia o
mecanización mental, inmediatez, urgencias o prisas, ansiedad, depresión,
envidias, mediatización, ambiente saturado de estímulos, instruccionismo, cosificación,
hedonismo, temor, intromisión o prepotencia, adueñamiento invasivo o abuso.
Contrariamente al mundo que se
proyecta, una existencia creativa
requiere de espacios y tiempos para: descubrirse y descubrir al otro y así
generar existencias y convivencias, comunicaciones auténticas, respetuosas,
íntimas, privadas, sin temor a la intromisión, dominio o cosificación y
utilización destructivos. Ensimismamiento, pensamiento autónomo, autenticidad, estilo,
sensibilidad, dedicación, acogimiento, sobrecogimiento, consideración,
vocación, humildad, prudencia, generosidad, respeto, gratitud, admiración… son
exigibles de toda actitud, acción y obra creativas.
La creatividad siempre es
constructiva: culta.
En sentido absoluto, el hombre no es creador; pues no crea realidades
a partir de la nada. Pero, en cuanto
somos conscientes de nuestro ser y del ser de los demás, de nuestras esencias y
posibilidades existenciales, podemos dirigir, cultivar o transformar nuestra
propia existencia y la de los y lo demás, cambiar su sentido, su curso y el del
mundo próximo y futuro; más y menos inmediato y mediato... Si somos creativos, nuestra intención y finalidad será ser cultivadores,
esto es, respetuosos del ser descubriremos su esencia, atributos, posibilidades
de existencia, con el propósito de dedicarnos a desarrollar o nutrirle
–cuidadosa y respetuosamente- erradicando sus malezas o enseñándole, si se
trata de un ser educable, a discernir entre lo nutricio y lo insano o
destructivo.
Los dos “mi”: Esta es mi casa, mi escuela,
mi amigo, mi hijo, mi perro, mi país… La actitud creativa es una actitud
constructiva, de amor y, con lo usable, de uso pero no de abuso. Hay un “mi” de adueñamiento que todo lo
cosifica para luego apoderarse hasta consumir sin más objetivo que un ego
prepotente, destructivo… Es mi perro, si quiero lo pateo. Es mi
hijo, mi pareja… están para atenderme, darme, someterse, ponerse a mi servicio. Si es mío, si quiero lo destruyo… Es un uso
que es abuso, intromisión, invasión, destrucción. La persona creativa es una persona que posee
la sensibilidad que le permite admirar la creación - a toda creatura- y que,
por lo mismo, ante la necesidad de uso de lo usable o de un servicio de las
realidades no usables (personales), con gratitud las cultiva, cuida… El “mi” creativo es un “mi” que indica un
vínculo biográfico, de sentido trascendente, de amor, de compromiso, de
responsabilidad… Es el “mi” de Saint Exupery en “El Principito”, cuando dice
“No es una cosa; es mi avión” o cuando el bosquimano en el film “Los dioses
están locos”, explica al animal que va a matar que deber comer y le da las
gracias, teniendo cuidado de no hacerle sufrir… Es el “mi” del amor que si es
tal no es egoísta y es feliz en el sacrificio.
Actitud creativa versus conformismo: Los vacíos, desórdenes,
inequidades, las posibilidades, los dones… aparecen como un reto a
enfrentar. Es lo contrario a la actitud
conformista y de debilidad de quien no quiere ver para no
responsabilizarse, no comprometerse. El conformista se disuelve en el grupo, en
la opinión de la mayoría, en la aceptación sin debate ni riesgos. Para que el
mecanismo de defensa sea completo, el conformista debe huir del pensar fecundo,
auto engañarse o usar de otros mecanismos de evasión. Para el creativo, la falta detectada, el
desequilibrio, la apariencia… son tónico y misión. Por ello el creativo ve lo que otros no
ven. Es lo que el psiquiatra español Rof
Carvallo, en un libro muy vigente a pesar de haberlo escrito en 1964,
llamó “perspicacia para la discrepancia,
para el orden escondido” (P. 14). El
desorden no le angustia porque su creatividad le asegura que “tras toda
confusión, hay un orden que todavía no se ha encontrado” (ibíd.) Esta seguridad, dice el psiquiatra, es propia
de quien tiene fe en los misterios de la existencia que le hacen confiar o
intuir en que todo es superable, más allá de lo que objetivamente pudiera en un
momento dictarle la razón: “en lugar de negar una importante parte de su
personalidad, aspira a poseerse él mismo por entero, con luces y sombras…”
(p.15)
El proceso de “iluminación”,
“revelación” o “inspiración”. El tiempo de respuesta a
la búsqueda creativa puede ser diverso…
Hay tiempos dolorosos, de búsqueda sin respuesta, llamados “noches
oscuras”, “desiertos” – que pueden durar segundos, días, años…. Para luego, de
repente venir la irrupción creadora, radiante, desbordante…
“Desenfoque” y “nuevo enfoque” de la
realidad. Para
llevar a cabo el acto creador, debemos desenfocar la mirada habitual de la
realidad, para crear otra forma de mirarla, de articularla, debemos ampliar
nuestra mirada, iluminar espacios antes no vistos, salir de nuestras propias
oscuridades… ampliar nuestro foco iluminario, romper los límites autoimpuestos,
impuestos, los prejuicios conceptuales, emocionales… Sólo así podremos idear
otras formas de mirar, de configurar la realidad, de unir o desunir lo que en
la naturaleza no se encuentra unido o desunido…
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